Los Orígenes del Chan (Zen) en China: Entre Taoísmo y Budismo

El significado de Chan
La palabra Chan (禅) es la transliteración china de Dhyāna, un término sánscrito que significa “meditación” o “contemplación profunda”. No obstante, el Chan, más allá de la simple práctica meditativa, promueve una actitud de desapego radical: una mente libre, que fluye con la vida sin aferrarse, sin acumular, sin buscar alcanzar nada. A diferencia de su sucesor japonés, el Zen, que a menudo enfatiza la meditación formal como vía hacia la iluminación, el Chan chino encuentra el cultivo de la mente en las tareas cotidianas, transformando lo ordinario en una experiencia espiritual.
Raíces Taoístas del Chan
Los orígenes filosóficos del Chan se hunden en la tradición taoísta, particularmente en las enseñanzas de Laozi y Zhuangzi, muchos siglos antes de que el budismo llegara a China. Laozi ya señalaba la supremacía del conocimiento intuitivo sobre el conocimiento racional, y advertía sobre los peligros del eruditismo y del apego excesivo al estudio intelectual:
“El camino del estudio es acumular día tras día; el camino del Tao es vaciarse día tras día. Al vaciarse completamente, se alcanza el Wu Wei (no forzar)” — Dao De Jing, capítulo 48.
El espíritu irreverente y libre del Chan ya se vislumbra en los escritos taoístas, que ridiculizan las etiquetas sociales y la rigidez mental. Uno de los máximos exponentes de esta corriente es Zhuangzi (369-290 a.C.), considerado el segundo gran pensador del taoísmo después de Laozi y, para muchos, un precursor del anarquismo filosófico. Zhuangzi invita a abandonar la mente analítica y a descubrir la verdad desde la intuición, empleando el absurdo y las paradojas para desactivar las estructuras mentales que nos esclavizan.
Siglos más tarde, Guo Xiang (siglo III d.C.) editó el Zhuangzi, reduciéndolo de 52 a 33 capítulos, eliminando supersticiones y centrando el texto en su esencia filosófica. Su versión, la que ha llegado hasta nosotros, se estructura en tres partes: capítulos interiores, exteriores y misceláneos. Guo Xiang destacó la filosofía de la espontaneidad (Ziran, 自然), un principio central en el taoísmo que alude a actuar en armonía con la naturaleza, sin artificio ni imposiciones sociales.
Tras la caída de la dinastía Han, con un taoísmo que evolucionaba hacia el misticismo y la alquimia, algunos pensadores anhelaban retomar la pureza filosófica original. Así nació la Xuan Xue (玄学), o “Estudio del Misterio”, corriente que en Occidente se conoce como Neotaoísmo, caracterizada por la búsqueda de conocimiento intuitivo y espontaneidad como forma de vida.
Los Siete Sabios del Bosque de Bambú
Un ejemplo viviente de este ideal fueron los Siete Sabios del Bosque de Bambú (竹林七贤, Zhúlín Qī Xián), grupo de intelectuales, músicos y poetas del siglo III, que se refugiaban en un bosquecillo al norte de Luoyang para entregarse a la poesía, la música, la conversación, y el vino, lejos de la hipocresía de la corte imperial. Rechazaban la fama, el poder y la ambición.
Cuentan que Liu Ling, uno de los sabios, recibía a sus visitantes completamente desnudo y, al ser reprendido, respondía:
“El universo es mi hogar, mi casa son mis ropas, y quien me reprende lo hace desde dentro de mis pantalones.”
De otros se dice que compartían su vino en cuencos con los animales, alegando:
“Si todo lo creado está bendecido por el cielo y la tierra, ¿por qué excluir a los cerdos de la compañía?”
Su mayor legado quizás fue comprender los límites del lenguaje: hablaban, debatían y filosofaban hasta tocar el misterio de lo innombrable, y, entonces, caían en el silencio, comunicándose simplemente con una sonrisa.
Raíces Budistas del Chan
Mientras tanto, en la India, Gautama Siddharta, el Buda, tras renunciar a una vida de lujos, se sumergió en la meditación y la renuncia, alcanzando finalmente la iluminación. Su enseñanza no giraba en torno a los dioses, sino a la mente humana y el sufrimiento. Según el Buda, la raíz de la infelicidad es el apego y el deseo; si eliminamos el deseo, cesa el sufrimiento.
El Buda evitó codificar su enseñanza por escrito. Tiempo después, sus discípulos lo harían, dando origen a dos grandes corrientes: el Hinayana o “Pequeño Vehículo”, conservador y centrado en las enseñanzas originales, y el Mahayana o “Gran Vehículo”, más abierto, que introdujo la figura del Bodhisattva y elaboró una rica tradición textual en sánscrito, tibetano y chino. De esta última corriente surgirá el Chan.
Nagarjuna (siglo II d.C.) es considerado uno de los pensadores clave del Mahayana y del futuro Chan. Su Vía del Medio desmonta las construcciones conceptuales y apunta al Sunyata (vacío), la realidad última que trasciende la mente discursiva:
“Nada nace, nada muere; nada es eterno, nada es temporal; nada es idéntico, nada es diferente; nada se mueve, nada permanece.”
Los primeros maestros Chan adoptaron estas enseñanzas, y Nagarjuna es considerado uno de los 28 patriarcas legendarios del Zen en la India.
Kumarajiva y el Budismo en China
Kumarajiva (344-413 d.C.), monje erudito indio, fue crucial para la introducción del Budismo Mahayana en China. Tras años de cautiverio en manos de tribus del norte, fue rescatado y llevado a la capital, Chang’an (Xian). Allí lideró un monumental proyecto de traducción, revisando las antiguas versiones y produciendo las más fiables y elegantes traducciones al chino de los grandes sutras, entre ellos el Sutra del Corazón y el Sutra del Diamante, fundamentales para el Chan.
Sus discípulos Sengzhao y Tao Sheng profundizaron en esta síntesis entre Budismo y Taoísmo. Sengzhao, de origen humilde, integró las enseñanzas de Nagarjuna y defendió que la iluminación es experiencia directa, más allá de las palabras, aunque alcanzada de forma progresiva. Tao Sheng, por su parte, fue pionero en defender la iluminación súbita, idea clave del Zen: la realización es instantánea, un despertar que trasciende el tiempo y la dualidad.
La Fusión de Taoísmo y Budismo: El Nacimiento del Chan
El Taoísmo celebraba la naturaleza; el Budismo, el vacío. En el Chan, ambas perspectivas se reconciliaron. El Vacío y el Tao se entendieron como dos rostros de lo absoluto, y la vida cotidiana se convirtió en el campo donde experimentar esa unidad.
Bodhidharma y la Fundación del Chan en China
La tradición atribuye el nacimiento formal del Chan a Bodhidharma (Damo en chino), monje indio que llegó a China en el siglo V o VI d.C. Centró su enseñanza en el Sutra Lankavatara, que proclama el “único vehículo” hacia la Budeidad: comprender la verdadera naturaleza de la mente.
Según la leyenda, Bodhidharma tuvo un célebre encuentro con el emperador Wu de la dinastía Liang:
Emperador Wu: “He construido monasterios, copiado sutras, promovido el Budismo. ¿Cuánto mérito he acumulado?”
Bodhidharma: “Ninguno. Las buenas obras con afán de recompensa generan karma, pero no mérito verdadero.”
Emperador Wu: “¿Cuál es el sentido último del Dharma?”
Bodhidharma: “Vacío absoluto, nada sagrado.”
Emperador Wu: “¿Quién es este que tengo frente a mí?”
Bodhidharma: “No lo sé.”
Tras este diálogo, Bodhidharma viajó al norte, al monasterio Shaolin, donde, según la leyenda, meditó nueve años frente a una pared en silencio. Allí transmitió enseñanzas que unían mente y cuerpo, dando origen al Yi Jin Jing(Clásico de Transformación de los Tendones), base del Qigong y de las artes marciales Shaolin.
En su Sermón del Despertar, Bodhidharma enseña:
“Cuando la mente deja de moverse, penetra en el Nirvana. Nirvana es mente vacía, sin codicia, odio ni ignorancia. Los fenómenos existen y no existen según la mente.”
El Chan no niega ni afirma la mente: trasciende ambas posturas. La verdadera comprensión se alcanza más allá de la mente conceptual, en la no-mente, cuando se percibe la forma sin aferramiento, y la naturaleza esencial de las cosas se revela pura y espontánea.
Conclusión
El Chan nace de la síntesis entre la profundidad filosófica del Taoísmo y la búsqueda budista de la liberación. En su esencia, enseña a vivir con una mente libre, sin apegos, integrando la iluminación en cada acto cotidiano, sin separarse de la vida ni de la naturaleza. Como sus antiguos maestros, invita a dejar que la realidad se exprese por sí misma, más allá de las palabras, y a descubrir que la verdadera sabiduría está en la simplicidad del presente.



